domingo, 27 de enero de 2013

La mujer de sombra, de Luisgé Martín.

Luisgé Martín
Anagrama,  2012.
232  págs.
16,06 €. Versión Kindle: 13,29 €.

"Yo creo que la verdad es muchas veces perniciosa", La mujer de sombra.

"¿La verdad? Puede que no la soportaras", Abre los ojos.

Leyendo “La mujer de sombra” de Luisgé Martín (Madrid, 1962) me he acordado en varios momentos del cine de  Alfred Hitchcock.

            Primero: porque nos encontramos con un personaje, en este caso Eusebio, que lleva una vida bastante normal y de la noche a la mañana todo su mundo pega un giro. Entonces algo que es más fuerte que él le lleva a convertirse en una especie de detective, en un hombre que quiere saber a toda costa la verdad, aunque ésta sea insoportable. El giro empieza el día que su amigo Guillermo le cuenta que al margen de su matrimonio también mantiene una relación sadomasoquista con una mujer que se apoda Marcia. Cuando Guillermo muere, Eusebio sentirá la obligación de ir a darle la noticia a Marcia. Se enamora a primera vista e inicia una vida con ella. ¿Pero cuál es el problema? Que la mujer de la que se enamora, no tiene nada que ver con esa persona de la que le hablaba Guillermo. A él no le humilla, no le amordaza, no le pega, sólo recibe ternura y caricias. ¿Quién es Marcia/Julia? Ya tenemos los ingredientes para que se desencadene la historia –trepidante, vertiginosa –de una obsesión.

            Segundo: Eusebio pondrá todos los recursos que estén a su alcance para saber más de la ¿doble vida? de Julia. Chantajeará a un profesor para que le diga cómo acceder a la contraseña del ordenador de Julia, la espiará, chateará por páginas similares en las que Guillermo entraba y gracias a las cuales conoció a Marcia.  Ahí entablará trato con personas que también usan apodos, también se inclinan por el mundo de las perversiones sexuales, y también, si se las trata fuera del mundo virtual, parecen equilibradas, “normales”. Como el reportero y su novia de "La ventana indiscreta" que sin remilgos se saltarán las reglas que haga falta (espiar, allanamiento de morada, etc.)

            Tercero: la importancia de los dos nombres. Guillermo/Segismundo; Marcia/Julia; Nicole/Olivia. Cómo no recordar aquella dualidad en “Vértigo” de Madeleine/Judy. Y la obsesión del personaje interpretado por James Stewart (Scottie) por recuperar a Madeleine, de transformar si es necesario a Judy en la difunta Madeleine. En un momento concreto de "La mujer de sombra", parece que nos metemos en una escena de esta película o en el guiño que le hizo Amenábar en “Abre los ojos”:  P.106: “Al ver a Marcia, como si fuera un espíritu o una aparición angélica, sonríe: cierra de nuevo los ojos.” En “Abre los ojos” también encontrábamos el desdoblamiento  Sofía/Nuria; Apariencia/realidad.

Fotograma de "Vértigo" (1958), de Alfred Hitchcock.


Fotograma de "Abre los ojos"(1997), Alejandro Amenábar.


            Cuarto: el lector, como el espectador de las películas de Hitchcock, siente que está leyendo/viendo una parte tan privada de los otros que no tendría que estar ahí. Se siente un voyeur.

            Eusebio se meterá cada vez en un mundo más oscuro, de secretos, de querer saber qué ocultan las personas que le rodean, no sólo a los que va conociendo en chats, también personas con las que ya mantenía trato. Y sobre todo descubrirá a lo largo de esta búsqueda su lado perverso, su gusto por las aberraciones. Hasta que un día, hechizado, fascinado, cruzará el límite. ¿Hay vuelta atrás? También leyendo recordamos a Dorian Gray, al doctor Jekyll y Mr.Hyde, referencias mencionadas en el libro. “Piensa en Dorian Gray: se le ennegrece el alma, pero su rostro se conserva armonioso y puro.” (p.218); “Eusebio sabe ahora que la única felicidad posible es la que no se forja a costa de esconder los vicios. La felicidad del doctor Jekyll, que no mancha nunca su virtud con los actos abominables de mister Hyde. Olvidarlo todo para poder volver a perpetrarlo luego.” (p.225).


            Narrada en tercera persona, dividida en secuencias breves, con un estilo que atrapa desde el primer momento,  la novela se lee a un ritmo casi frenético, el mismo con el que recorre Eusebio el camino que ya no tiene posibilidad de recorrerse en sentido inverso. Y como en Hitchcock, suspense, tensión, los vericuetos psicológicos, algún McGuffin, y alguna que otra ventana indiscreta.
 
            p.173: “Ésa es la verdadera fascinación, el deslumbramiento: saber cómo se comportan a la luz del día los seres aberrantes, cómo se disfrazan. Ver la bondad de los vampiros y la ternura de los monstruos.”

Patricia L.D.



miércoles, 23 de enero de 2013

LA LUZ DIFÍCIL, de Tomás González.

 
TOMÁS GONZÁLEZ
La luz difícil
Alfaguara, 2012
136 páginas. 16,15 €
Entre las palabras y el silencio.


En “La luz difícil” de Tomás González (Medellín, Colombia, 1950) el narrador nos dice: el tiempo es materia elástica que depende de la alegría y la aflicción. Y precisamente “La luz difícil” es una historia que fluye a través de esa concepción del tiempo, y no por la otra más rígida que queda atrapada en un reloj de pulsera, o en uno gigante de alguna estación de tren. En esta historia todo fluye al ritmo del pulso vital de David, un hombre de setenta y ocho años que pondrá por escrito en una pila de folios sus memorias: tanto lo que le dio gozo, como lo que le consumió. Aunque la vista ya le falla y empieza a ver las formas del mundo onduladas y líquidas, guarda los momentos compartidos con su mujer, sus tres hijos, sus estudios sobre la luz, sus cuadros, su mirada, “todo eso, con todo detalle, aquí conmigo”. Y puesto que ya no puede pintar cuadros, pintará con palabras tintadas de mora la vida. Una vida, que como todas, no está exenta de dolor. En este caso, de mucho dolor, como es el tener que enfrentarse a la decisión de un hijo de no querer seguir viviendo. Y no porque no se tengan ganas de vivir, sino porque el dolor físico es insoportable, tanto que llega un momento en el que ya no se puede seguir describiendo con palabras: “<<indescriptible>> es la última palabra que se pronuncia antes de que se acaben todas las palabras y quede sólo la sordomuda brutalidad del hecho”.


            ¿Se puede describir ese otro dolor que sienten unos padres ante el sufrimiento de un hijo, la inminencia de la programada muerte, y la ausencia posterior? Tomás González en una entrevista que le hicieron con motivo de la presentación del libro, contestaba que se puede, pero si no es en el momento en el que transcurren los hechos. “En el presente, el sentimiento de dolor es tan grande que no permite expresión”. En este caso, las palabras, al igual que ocurre con el dolor físico intenso, son suplantadas por “la sordomuda brutalidad del hecho”. Y de ahí la elección de un personaje que cuente lo vivido desde muchos años después.


            En la literatura, como en la vida, no hay blanco y negro, todo es más complejo, y por eso leyendo “La luz difícil” descubrimos/sentimos que todo está más allá de los posibles debates que giren en torno a si uno está  a favor o en contra de la eutanasia. Es fácil opinar, incluso dar razonamientos complejos para inclinarse hacia un lado o hacia otro, pero un buen libro (y en este caso además muy bello, poético) es una bomba contra todas esas palabras. Cómo nos gusta enredarnos. También al narrador de esta historia antes de pasar por ese horror, era un hombre propenso a entretenerse en “telarañas brumosas” y “tristezas arbitrarias” pero cuando le golpea de frente y bien fuerte la vida, siente entonces que todo aquello tenía mucho de imaginario, de mero entretenimiento. Y qué importa entonces ya el reconocimiento ajeno por las obras, y tantas otras preocupaciones que ahora se presentan ridículamente ociosas.


            Me gusta la calidez y belleza con la que se cuenta esta historia, me gusta la placidez de la mirada de David, su vejez, esos ojos que empiezan a cerrarse a las formas que le rodean pero que sin embargo ha aprendido a ver de otra manera: “En la vida se mezclan los hechos grandes con los pequeños, y con el mucho paso del tiempo las perspectivas se pierden. Qué es lo pequeño, qué es lo grande, nadie sabe. Nadie sabe si hay cosas menos importantes que otras. Nadie sabe si las cosas tienen algún orden o son arbitrarias.”

Patricia L.D.


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jueves, 17 de enero de 2013

LA CINTA BLANCA (MICHAEL HANEKE, 2009)






Título: La cinta blanca
Dirección: Michael Haneke.
País: Francia, Alemania, Austria
Año: 2009. Fecha de estreno: 15/01/2010
Duración: 145 min.
Género: Drama.
Reparto: Ulrich Tukur, Susanne Lothar, Josef Bierbichler, Burghart Klaußner, Marisa Growaldt, Janina Fautz, Michael Kranz, Jadea Mercedes Diaz, Michael Schenk, Steffi Kühnert
Distribuidora: Golem Distribución
Productora: Les Films du Losange, X-Filme Creative Pool, Wega Film.


Puro Haneke: pero en blanco y negro.

Me cuesta imaginar a un espectador de “La cinta blanca” comiendo palomitas. Más: no me imagino a ningún espectador viendo una película de Michael Haneke comiendo nada, porque todas sus películas han terminado poniéndome mal cuerpo (especialmente las 2 “Funny Games”, “La pianista”, “Caché”, y la recién estrenada en nuestro país y nominada este año a 5 Oscars: “Amour”). Encontrar una sonrisa en su mundo nos ayudaría como asidero al que agarrarnos para coger aire y  seguir con el visionado, el “problema” es que en  pocas aparece esa sonrisa, aunque en “La cinta blanca” por lo menos vemos las que intercambian una pareja de enamorados. Precisamente la voz en off con la que arranca la película y que nos irá contando la historia que acontece en un pueblo del norte de Alemania, pertenece al enamorado –ya anciano –que tratará de dar cuenta de los extraños accidentes que tuvieron lugar y que serían el germen de algo de insospechado alcance: “Quizás así se aclaren los acontecimientos que ocurrieron en este país.” El film podría verse como una reflexión –con la que podremos estar de acuerdo o no –acerca  de los orígenes del nazismo.

            Los niños de este pueblo tienen las caras marchitas (como siempre, impresionante el trabajo que hace el director incluso con actores y actrices no profesionales). Desde muy pronto se les inculca que todo lo que se salga de la moral reinante será castigado con palos. Niños, que a su vez, pasarán de ser víctimas a convertirse en verdugos. Haneke: “Quería contar una historia en la que unos niños, elevaran a categoría de regla absoluta los ideales que les inculcaron sus padres. Ahora bien, si convertimos un ideal en regla absoluta, se vuelve inhumano, es en cierta manera, la raíz de toda forma de terrorismo”.

             La elección de rodar la película en blanco y negro no es baladí (¿lo es algo en este director tan perfeccionista?) ya que Haneke lo asocia a la memoria/recuerdos tanto individuales como colectivos. Subrayar la brillante fotografía. Podríamos robar muchos momentos y enmarcarlos como cuadros. Unos cuadros en los que si estuviésemos dentro nos sentiríamos, eso sí, como el pájaro enjaulado del Pastor, o como sus hijos, carentes de nada que se aproxime al libre albedrío, a la capacidad de elegir. Parece que aquí  sólo hay una opción: la crueldad.

            Al director austriaco se le ha puesto la etiqueta de pesimista, no obstante, yo le veo como el narrador de “La cinta blanca”, en el sentido que si esa voz en off quiere dar cuenta de algo es porque confía que al contarlo podría revelarnos una forma de conocimiento que nos serviría quizá para comprender un poco más la condición humana, aunque lo que nos muestre no nos resulte  agradable. Frente a esa etiqueta de pesimista, el propio director dice: “Para mí pesimistas son lo que hacen películas para atontar a la gente. Piensan que no vale la pena hablar de cosas de verdad. Hace falta cinismo para sacarle el dinero a la gente y hacer un cine balsámico. Eso sí que es pesimismo.”

            No sólo recomiendo “La cinta blanca”, sino todo el cine de este director. Toda su obra forma un conjunto coherente con su apuesta por diseccionar las enfermedades de nuestra sociedad. Pero eviten verlas comiendo. Palomitas o lo que sea.

Patricia L.D.   
     Nota. Premios destacados: Palma de Oro en el Festival de Cannes; Premios del Cine Europeo (Película, director, guión); Globo de Oro a la mejor película extranjera.

martes, 15 de enero de 2013

UN TIPO SERIO (JOEL COEN & ETHAN COEN, 2009).


Título: Un tipo serio.
Dirección: Joel Coen & Ethan Coen.
 Año: 2009. Fecha de estreno: 08/01/2010
País: Francia, El Reino Unido, Estados Unidos
Duración: 105 min. Género: Drama, Comedia.
Reparto: Michael Stuhlbarg, Richard Kind, Fred Melamed, Sari Lennick, Aaron Wolff, Jessica McManus, Peter Breitmayer, Brent Braunschweig, David Kang, Benjy Portnoe.
Distribuidora: Universal Pictures.
Productora: Working Title Films, Studio Canal, Mike Zoss Productions, Relativity Media.

Por fin Job rompió el silencio, y maldijo el día en que había nacido.

CUANDO LAS FÓRMULAS NO TIENEN LAS RESPUESTAS.

            Con “Un tipo serio” los hermanos Coen vuelven la mirada hacia su infancia y a través de los recuerdos se sirven, ayudados por su equipo habitual, para reconstruir la comunidad judía dentro de la que crecieron en una ciudad del  Medio Oeste.

             La película nos lleva a un lugar anónimo, año 1967, en la que “el tipo serio” del título es Larry, un profesor judío de Física (los padres de los Coen también eran profesores) que a pesar de estar rodeado todo el día de fórmulas, sin embargo descubrirá que éstas no le ayudan a comprender lo que sucede a su alrededor: Y de comprender va esta historia, de dar un sentido a una vida que de la noche a la mañana se derrumba, aunque como espectadores intuimos que este tipo serio ha debido estar enfrascado en sus abstracciones, dejando desatendido todo lo que está al margen de su mundo científico y sin fisuras. Hasta que abre un día los ojos. ¿Y qué ve? Que su mujer le pide el divorcio. Que sus hijos pasan olímpicamente de él. Su hermano está instalado en su casa, absorto en un mapa de probabilidades del universo que lleva por título “El mentaculus”, y si fuera poco, dentro de las cuatro paredes del colegio en el que trabaja, tiene que soportar el chantaje de un alumno y unas notas anónimas que no dicen nada a su favor, pudiendo echar por tierra la plaza a la que aspira. ¿Se acuerdan de Wilt, el personaje creado por el escritor Tom Sharpe?

  Es entonces cuando empezará a hacerse preguntas, con el inconveniente de no encontrar respuestas ni en ese estupendo Rabino que recuerda al mismísimo Gandalf sacado de “El señor de los anillos”, ni en ninguno de los supuestos sabios que conocen al dedillo las Sagradas Escrituras. Sus pilares, la religión y las fórmulas matemáticas, no parecen servirle ahora de mucho. Y se lamentará: “¿Qué significa eso? Resulta que nada es como yo pensaba”.

            Si como repite Larry en más de una ocasión, todas las acciones tienen sus consecuencias, siendo  acordes con lo que se hizo, entonces si has sido un hombre bueno, deberías recibir cosas buenas, pero del mismo modo que su hijo ve las imágenes de los programas de la TV distorsionadas por las interferencias, el tipo serio también ve que su realidad no es como él desearía, y que el destino interfiere para que todo le vaya mal. Como le dice un rabino: “Así es la vida. No todo lo que hace el jefe tiene que gustarte”.

            Y así, efectivamente, es la vida. No todo sale como uno quisiera y por eso esta película de un tipo corriente y moliente, con problemas que cualquiera puede tener, nos resulta tan cercana. Los Coen nos vuelven a entregar una película que sin estar exenta de ese humor al que nos tienen acostumbrados, nos invita a reflexionar acerca del sentido de la vida, de nuestras acciones y creencias. Se trata de una tragicomedia atípica, como atípicas suelen ser algunas de las historias que nos ha dejado este dúo más dinámico que ninguno: “Arizona baby”,  “O brother” o  “El gran Lebowski”.

            Un acierto la elección del protagonista, Michael Stuhlbarg (le veremos en breve en “Lincoln” y en “Hitchcock”) un actor que teniendo una gran trayectoria y reconocimiento en el teatro y la televisión, sin embargo no es conocido por la mayoría del público, dando una mayor verosimilitud a la historia: podría ser el vecino de al lado. Excelente su interpretación. La recreación de la época  así como las costumbres de los judíos (estupendo el cuento narrado en yiddish que sirve de introducción, al margen de la historia principal, así como la ceremonia del bar mitzvah[1]) nos meten en  una historia que gustará a los seguidores de los Coen y a aquellos espectadores que disfrutan de películas que sin apenas argumento ni alardes de ningún tipo, parecen atender a  nuestras dudas cotidianas.  

Mazel tov[2]

Patricia L.D.



[1] Ceremonia celebrada en una sinagoga con la que se admite a un chico de trece años como adulto en la comunidad judía.

[2] Buena suerte o enhorabuena.