martes, 19 de marzo de 2013

HA DEJADO DE LLOVER, de Andrés Barba.



Ha dejado de llover
Andrés Barba
Anagrama, 2012
200 páginas
16,90 Euros; Versión Kindle: 12,34.


Ha dejado de llover, de Andrés Barba (Madrid, 1975) contiene cuatro nouvelles: Paternidad, Astucia, Fidelidad y Compras. Cuatro novelas breves que tienen en común el situarse en Madrid, centrarse en la familia, y <<ser distintas variaciones del mismo tema: una persona, súbita y accidentalmente, entiende por fin la vida de otra>>.

            Sorprende la sutileza con la que el autor ahonda en los pliegues y repliegues de las relaciones familiares, especialmente entre madres e hijas (en Paternidad entre padre e hijo). Unas relaciones en las que hay “algo” que obstaculiza el trato, no cede, oprime, no deja moverse con desenvoltura. “Algo” que es difícil verbalizar, unas veces porque se desconoce qué puede ser ese “algo” (se siente, pero del mismo modo que un niño siente la presencia de un fantasma en la oscuridad); otras, teniendo más claro el problema, no se tiene la presteza necesaria –por falta de costumbre –para encontrar las palabras exactas y existe el miedo a no ser entendido por el otro; o por sentir que se está atravesando un campo de minas, y por mucho cuidado que se ponga, tarde o temprano una de ellas nos va a explotar. Pero lo que caracteriza a estas cuatro historias es que al final nada salta por los aires, ya que todo de una forma natural –sin más –se resuelve: de un modo instantáneo –imprevisto – la vida sitúa a cada uno de los personajes en los que se centra cada una de las historias, en un momento en el que ya comprende al otro. Entonces recordamos el título del libro y su acierto: ha dejado de llover. Y terminamos la historia y miramos por la ventana –del mismo modo que mira ese maniquí de la portada- como cuando deja de llover, y sentimos cierta calma; o si estamos fuera de casa, reanudamos nuestro caminar donde lo habíamos dejado. Ese poso nos deja sus finales, aunque por el camino la atmósfera que nos ha acompañado es de cierta tristeza. La de asistir a la vida de unas personas que no sólo han heredado los gestos de sus padres, el color de sus ojos o de su pelo, también toda una <<herencia sentimental>> (tema que le interesa al autor) que de un modo u  otro les hace moverse con cierta torpeza entre los lazos familiares, que aunque no son elegidos, no dejan de formar parte de nosotros.

            Gracias a la prosa de su autor, que sabe detenerse, observar, prestar atención a temas tan cotidianos y sin embargo, tan difíciles de aprehender con las palabras, asistimos a los vericuetos de la intimidad de unos personajes a los que nos gustaría, en más de una ocasión, tenderles las manos, o quizá ese abrazo que sabemos que deberíamos dar más a menudo y muchas veces, también por torpeza, no damos.

Delicatessen
Patricia L.D.


Del libro: Andrés Barba (Madrid, 1975) se dio a conocer en 2001 con La hermana de Katia (finalista del Premio Herralde y llevada a la gran pantalla por Mijke de Jong), a la que le siguió un excelente libro de nouvelles titulado La recta intención, y cinco novelas más que le confirmaron como una de las firmas más importantes de su generación: Ahora tocad música de baile, Versiones de Teresa(Premio Torrente Ballester), Las manos pequeñas, Agosto, octubre y Muerte de un caballo(Premio Juan March). En colaboración con Javier Montes recibió el premio Anagrama de Ensayo por La ceremonia del porno y es también autor, junto al pintor Pablo Angulo, del Libro de las caídas. Fue elegido por la prestigiosa revista Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español. Su obra ha sido traducida a diez idiomas.
           

martes, 12 de marzo de 2013

PERSONA, de Julián Marías.

"Hay que insistir en la idea de que la persona es alguien corporal: alguien, no algo."

                                De una conferencia de Julián Marías.

Hace unos días me encontré con Javier Lee, compañero del club de lectura, en la biblioteca de San Lorenzo de El Escorial. Seguí su recomendación y cogí una película de un director y escritor que hemos reseñado por aquí: Philippe Claudel. La película me gustó mucho, pero hoy no quería comentar esa película, sino cómo en ese espacio público que es nuestra biblioteca a la vez que espacio para muchos ensimismamientos, entre recomendaciones y una conversación acerca de nuestros trabajos, cada uno de nosotros ya estaba seleccionando sus libros para llevárselos después. Es decir, que de modo simultáneo estábamos intercambiando opiniones y –sin comunicárnoslo el uno al otro –elegíamos proyectos de lectura para los próximos días: esos libros, que al poco rato, estaríamos cogiendo en préstamo.

            Uno de los que elegí fue “Persona”, de Julián Marías (1914-2005). Un ensayo del filósofo, en el que intenta esclarecer qué es la persona, y en el que nos podemos encontrar con las ideas –que me han llevado a introducir el libro como lo he hecho –del ensimismamiento (retracción o retiro a la interioridad) y la convivencia (relación interpersonal). Julián Marías no se centra más en una de las dos, por la sencilla razón, que no concibe la persona sino en la simultaneidad de ambas. p.41: Junto a su esencial apertura, la persona es un <<dentro>>, un ámbito (…) no consiste solo en actos y gestos, sino a la vez, en inextricable mezcla con ellos, imágenes, recuerdos, evocaciones, expectativas, deseos, nostalgias, sentimientos de toda índole que coexisten con la vida exterior, de la que son testigos los demás. En ambos <<mundos>> vive simultáneamente el hombre.

            Me acuerdo, ahora, de la secuencia de “Annie Hall” (Woody Allen, 1977) en la que los personajes de Diane Keaton (Annie) y Woody Allen (Alvy Singer), aparecen –poco después de conocerse –conversando en la terraza de un piso. Por un lado asistimos a lo que se dicen, al diálogo que mantienen, y por otro lado vemos los pensamientos que no se dicen, el diálogo que mantienen cada uno de ellos, con sus respectivos gustos, deseos, proyectos, etc.



Un guiño a esta escena lo encontramos en “500 días juntos” (Marc Webb, 2009) donde Joseph Gordon-Levitt (Tom) va a casa de su exnovia, Zooey Deschanel (Summer) y por un lado se muestra en la mitad de la pantalla lo que está ocurriendo (realidad) y en la otra mitad lo que le gustaría a Tom que ocurriese (expectativas). Secuencias que nos sirven como ejemplos de andar por casa, sobre lo que Julián Marías dice también acerca de la persona, y que guarda relación con nuestra distensión temporal (no somos simplemente presente). P.122-124: Lo decisivo, lo que da a la persona un puesto único en el conjunto de todo lo conocido con intuición y que permite la experiencia, es la inclusión de la irrealidad en su realidad. Podríamos decir que lo real no es más que real, y en ese sentido, presente. La persona, no: es desde luego pasado y futuro, memoria de lo que fue, y que sigue actuando, formando parte de lo que <<es>>, y sobre todo futuro incierto, anticipación o proyecto, y consiste primariamente en ello.

La persona, por ese componente de irrealidad del que habla Julián Marías, está en proceso, somos constante innovación, ya que no tenemos una constitución prefijada, dada, cerrada, y por lo tanto, no se puede decir de una persona <<esto es>>. P.32: El animal está <<dado>>, no solo en lo que es como organismo, sino en el repertorio de sus acciones que tiene que realizar; pero que están ya determinadas por su especie; en eso consiste su naturaleza. En el hombre, por el contrario, se introduce la irrealidad –el futuro incierto –como constitutivo de su realidad, ya que está presente proyectivamente en la persona. El repertorio de sus acciones posible, no solamente no está realizado, sino que no está ni siquiera dado como pauta fija, ya que la persona es libertad intrínseca e inseguridad.

            Ligadas a estas ideas que nos pueden ayudar a comprender qué es la persona, Julián Marías nos habla de la vocación, del amor, de la amistad, de la función que ha tenido la literatura a la hora de entender qué es la persona, de la autenticidad/inautenticidad… Después de leer el libro y escribir estas pocas líneas sobre él, me pregunto: ¿pero todo esto se puede meter en un librito de 180 páginas? Creo que no. Creo que este ensayo, como tantos otros, es una invitación a seguir dando vueltas a temas que siempre tendrían que estar repensándose, y para referirnos a ellos, tomamos prestadas  palabras que dedica Marías a la persona: están siempre abiertos, son inagotables, tienen siempre nuevas posibilidades no ensayadas. Quizá, este ensayo sea una llamada a la reflexión –si es que no la hacemos día a día - a cada uno de nosotros para ir ensayando esas otras posibilidades, y de las que dependerá en gran medida nuestra forma de interactuar con los demás y de vivir nuestra vida.

Difícil entender el lugar al que se está relegando ¿hoy? a la filosofía. Difícil también encontrar libros como “Persona”, y no lo digo porque no se publiquen libros que nos puedan interesar tanto como el de Marías, sino porque es difícil hacerse con él. Por iberlibro he visto que lo tienen en unas pocas librerías y como lleva años descatalogado su precio oscila entre los 25 euros y los 126.  En fin. Menos mal que todavía es posible descubrirlo (no había oído hablar de él) en algunas bibliotecas públicas que no han tenido que cerrar sus puertas.


            Puede resultar interesante, después de leer este libro, ver “El séptimo continente” (Michael Haneke, 1989) para descubrir en imágenes la despersonalización y el ocultamiento de la persona, también temas que investiga Marías. Agradezco a Rubén R. su propuesta de visionarla. Ha sido un acierto.

            pp.28-29: La despersonalización, que no puede ser total, hace que algunos lleguen a la muerte, al balance total, con una impresión desoladora: <<no he vivido>>. Lo interesante es que puede coincidir con una vida llena de acción, contenidos y éxitos; pero todo se siente <<ajeno>>, un error respecto a lo que había tenido que ser la vida de esa persona única, que se descubre, diríamos, en hueco, al entrar en últimas cuentas consigo.

            p.50: La dispersión habitual de la vida hace problemática la concentración, condición imperiosa para el hallazgo de la propia persona. (…) Es improbable que el hombre de nuestro tiempo se pregunte por su destino último, lo que le haría tropezar con su realidad personal, porque su atención está absorbida por las noticias, por las preocupaciones impuestas por la burocracia, las regulaciones de todo orden, los quehaceres profesionales, raras veces conexos con la vocación, la anticipación de la percepción de las subvenciones, jubilaciones, pensiones, servicios públicos, hasta una muerte vista con ojos <<administrativos>> y que se presenta como un mero término de la vida, sin lugar a un balance personal y un interrogante acerca de la posibilidad de un destino ulterior.

            p.125: el hombre sabe que podría no haber nacido, y esto lo obliga a la vez a imaginar y proyectar su vida y a justificarla, a tratar de darle sentido –se entiende, buen sentido, ya que la posibilidad del absurdo acompaña a la conciencia de contingencia, es una permanente tentación.


Patricia L.D.