Y después de pasar unos días con Robert
Walser en el bolsillo, quería escribir una breve miscadigresión sobre esta lectura, Diario de 1926, antes de irme a tierras
cántabras.
Me gusta Robert Walser porque me recuerda a mi abuelo. Como a mi abuelo, a Robert Walser le gustaba mucho pasear, y siempre que lo leo me entran unas ganas inmensas de salir por la puerta, o levantarme del banco en el que estoy sentada y darle a los pies, como hacía mi abuelo y como hacía Walser, que le sobrevino la muerte también paseando. Menciono aquí, en este mismo párrafo, que Robert Walser tiene un librito titulado El paseo, y en Diario de 1926 el narrador da unos cuantos: Hoy he dado un agradable paseíto, breve, mínimo y sin alejarme demasiado, he entrado en una tienda de comestibles y he visto en su interior a una agradable muchachita, de estatura igualmente mínima y porte y actitud visiblemente modestos. p.7
Según avanzaba en la lectura de este relato
breve de extensión razonable p.30, me
preguntaba si habrá algún libro que hable sobre el arte de pasear. Busqué en
Google pero no encontré nada, o no lo que quería. Páginas que nos hablasen de
personas y personajes paseantes. Se me ocurrió que podría hacer un collage con esos personajes y personas
paseantes. Quizá lo haga. Y mientras no encontraba nada, ni hacía el collage, volvía a las páginas
de Diaro de 1926, y a cada
frase las mismas ganas de siempre de emprender la aventura del paseo: Encontrar una habitación, esto es,
la búsqueda de un espacio, un atelier de creación, que al mismo tiempo sea un
lugar indicado para contener el sueño, ha sido para mí desde siempre, ruego
encarecidamente que se tenga en cuenta, una forma inmejorable de salir a dar un
paseo y darle al cuerpo una alegría al aire libre. p.29
Como muchos paseos en los que nuestra atención se posa en una cosa para al
ratito posarse en otra, así Walser pasa de un tema a otro, como si nada, como
si fuera lo más natural del mundo, y está bien que así sea; y vamos
descubriendo que esos paseos son el inicio de otros: “y ya veré qué rumbo toma ese paseo
hacia los dominios de mi experiencia vital, experiencia que me observa con aire
problemático, con la mirada misteriosa de lo que aún no está resuelto, y a la
que observo a mi vez con aire parecido. pp.44-45
Es el segundo libro que leo de la editorial La uÑa RoTa (del otro ya hablé por
aquí: En la pausa, de Diego Meret). El primero me llamó
la atención por su portada, por su brevedad, por su llamar la atención tan
silencioso; y el segundo por su portada, por su brevedad, por su llamar
la atención –en esta ocasión-tan amarilla y con sombrero. Y por su autor,
claro. Adoro a Walser. Quizá por los paseos. Quizá porque su lectura me
lleva a pasear. Quizá porque como dijo Hermann Hesse si los poetas como Walser se
contaran entre los espíritus que gobiernan, no habría guerras. Si tuviera cien
mil lectores, el mundo sería mejor. Sea como fuere, el mundo está justificado
por haber gente como Walser. Quizá porque me recuerda y me acuerdo
mucho de mi abuelo.
Patricia L.D.
De la nota de prensa de la editorial:
Sobre el autor
Robert Walser nació en Biel (Suiza) en 1878 y murió durante uno de sus
incontables paseos no muy lejos del hospital psiquiátrico de Herisau, al este
de Suiza, el día de Navidad de 1956. Es, sin duda, uno de los más importantes
escritores en lengua alemana del siglo XX. Autodidacta, errante, finísimo
estilista de la lengua alemana y provisto de una mirada capaz de destripar la
realidad con la más suave ironía.
Encomiado por Musil, Bernhard y Walter
Benjamin, apreciado por Kafka, Canetti, Thomas Bernhard, Coetzee o Peter
Handke, entre otros, el prestigio de Walser –«un prestigio moderado y sombrío,
que es el único que podría convenirle», como señala Luigi Amara– se debe tanto
a sus primeras y aparentes novelas, Los
hermanos Tanner, y Jacob
von Gunten o El ayudante como a sus prosas breves, entre
las que destacan el primer libro, Los
cuadernos de Fritz Kocher, que dio a la imprenta en 1904, y las famosas
nouvelles El paseo, o Vida de poeta, La rosa, así como los microgramas Escrito a lápiz, publicados en
España por Siruela.
Sobre el traductor
Juan de Sola (Barcelona, 1975) es traductor y editor. Ha traducido,
entre otros, a Joseph Roth, Hofmannsthal, Richter, Brecht, Lowry, Beckett y
Gabriel Josipovici. En la actualidad prepara la edición de la Correspondencia entre Goethe y Schiller. Fue
premiado por el Gobierno de Suiza en reconocimiento por sus traducciones de
Robert Walser, entre las que destaca El
bandido, La habitación del
poeta y Microgramas I. Ha impartido
clases de Teorías de la lectura y Crítica literaria en la UOC. Para La uÑa RoTa ha traducido El hundimiento, de Nossack. Su
web: http://juandesola.com/wp/
Sobre el ilustrador de la cubierta:
Eduardo Jiwnani (http://www.laluzroja.com/), autor de la portada de libro, vive y
trabaja en Madrid como diseñador gráfico. En 2004 creó la editorial La Luz Roja para
dar salida a pequeñas tiradas de poemarios y catálogos de artista. Para La uÑa
Rota ilustró la cubierta de Obra
inacabada, de Bertolt Brecht (traducida por Miguel Sáenz).