sábado, 12 de octubre de 2013

CAMINAR, de Henry David Thoreau.

(…) como si las piernas se hubieran hecho para sentarse y no para estar de pie o caminar, Henry David Thoreau.

 En el  post dedicado al libro de Robert Walser, Diario de 1926, comenté que me gustaría leer sobre el arte de pasear y buscar personajes (ficticios y no ficticios) que le diesen a las piernas. Desde aquella entrada hasta hoy, me han recomendado ya unos cuantos libros. Entre ellos no estaba Caminar de Henry David Thoreau. Caminar llegó en uno de esos paseos tan ramificados que hacemos por Google. Descubrí este breve ensayo y también un artículo en la revista Caimán Cuadernos de Cine (julio-agosto 2013) de Carlos Losilla dedicado a la maravillosa trilogía del director Richard Linklater: Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013).

            Sus protagonistas Jesse y Céline (Ethan Hawke y Julie Delpy) sin duda podrían ponerse en aquel collage que iba/voy a hacer de personajes paseantes, junto a Henry David Thoreau, mi abuelo, Robert Walser y Wordsworth: Cuando un viajero pidió a la criada de Wordsworth que le mostrase el estudio de su patrón, ella le contestó: <<Ésta es su biblioteca, pero su estudio está al aire libre. (p.13)


 William Wordsworth (1770-1850)
         
   Y empiezo  con el primer párrafo de Carlos Losilla:

            Pasear también puede ser un acto de subversión. Mientras paseamos, preferiblemente sin rumbo fijo, no trabajamos, no producimos, no consumimos. Rompemos el circuito mágico del capitalismo. Nos negamos a obedecer las reglas. Y, como mucho, podemos hablar con otro, con otra. Charla también insustancial, que no aporta nada a la gran maquinaria económica.


            Fotograma de Antes del amanecer

Del mismo modo que en la primera parte de esta trilogía nos encontramos a Jesse y Céline deambulando por las calles de Viena sin prisas y  sin ningún objetivo concreto, sin aportar nada a la gran maquinaria económica, Henry David Thoreau (1817-1862) camina desviándose hacia los bosques sabiéndose y sintiéndose al margen de los trayectos prefijados e impuestos por la sociedad: Las carreteras se han hecho para los caballos y los hombres de negocios. Yo viajo por ellas relativamente poco, porque no tengo prisa en llegar a ninguna venta, tienda, cuadra de alquiler o almacén al que lleven. Soy buen caballo de viaje, pero no por carretera. El paisajista, para indicar una carretera, usa figuras humanas. La mía no podría utilizarla. Yo me adentro en la Naturaleza, como lo hicieron los profetas y los poetas antiguos, Manu, Moisés, Homero, Chaucer. (p.18)


            A la par que apuesta por pasear por otros caminos alternativos, alejados de los perfectamente señalizados y estratégicamente orientados por las cercas, también apuesta por un pensamiento salvaje frente a otro domesticado: Así como el ganso silvestre es más rápido y más bello que el domestico, también lo es el pensamiento salvaje, pato real que vuela sobre los pantanos mientras cae el rocío. (p.39).
            Dadme por amigos y vecinos hombres salvajes, no hombres domesticados. (p.43)

            Caminar es un alegato hermoso del paseo, del pasear que es en sí mismo la empresa y la aventura del día, del despreocuparse (dejando a un lado el gran número de ocupaciones diarias), aunque reconociendo también que no siempre es tarea fácil: En el paseo de la tarde me gustaría olvidar todas mis tareas matutinas y mis obligaciones con la sociedad. Pero a veces no puedo sacudirme fácilmente el pueblo. Me viene a la cabeza el recuerdo de alguna ocupación, y ya no estoy donde mi cuerpo, sino fuera de mí. Querría retornar a mí mismo en mis paseos. ¿Qué pinto en los bosques si estoy pensando en otras cosas? Sospecho de mí mismo, y no puedo evitar un estremecimiento, cuando me sorprendo tan enredado, incluso en lo que llamamos buenas obras… que también sucede a veces. (p.15).

            Sabemos que a Céline y a Jesse también les llegará el momento (que no es un momento concreto, señalable en un calendario) en el que ya no puedan desviarse, mantenerse al margen de todo aquello que antes aborrecían; momento  en el que ya habrán tenido que  hacer concesiones y seguramente muchos nos sintamos por eso mismo más cerca de ese pasear de Céline y de Jesse que transcurre por Viena, París o por una pequeña ciudad de Grecia que por los que daba Thoreau por los frondosos bosques; no obstante, en ambos paseos, tanto en el de la pareja como en el de Thoreau, apreciamos y se nos contagia, a pesar de las concesiones, a pesar de la dificultad para quitarnos de encima otras cosas, cierto espíritu de rebeldía que nos invita a pasear y perdernos siempre que podamos por las calles del pueblo o de la ciudad, y a dejarnos sorprender todavía por esos callejones que habíamos olvidado por el simple hecho de no haberlos recorrido jamás.

            Igual que empecé, termino con un párrafo del artículo de Carlos Losilla y a continuación con otro de Thoreau y una breve biografía (de la contraportada del libro):
            Y esa circulación constante entre unos pocos cuerpos que rechazan el orden imperante para construirse otro que compartir, es quizá una alternativa a la realidad, una ficción otra, un posible inicio para la revolución.
            Pues seguramente la revolución empieza en la ficción, que no es otra cosa que pensar alternativas para la vida. Carlos Losilla.

            Espero que seamos más imaginativos, que nuestros pensamientos sean más claros, más frescos y etéreos, como nuestro cielo; nuestros conocimientos más amplios, como nuestras praderas; nuestro intelecto, en términos generales, de una escala mayor, como nuestros truenos, nuestros relámpagos, nuestros ríos, montañas y bosques; e incluso que nuestros corazones se correspondan en amplitud, profundidad y grandeza con nuestros mares interiores. p.29

        
    Henry David Thoreau (1817-1862). Ensayista, topógrafo, disidente nato y maestro de la prosa, su auténtico empleo fue, según él se ocupó de recordar, “inspector de ventiscas y diluvios”. Su nombre ha llegado hasta nuestros días ligado a dos libros capitales para el pensamiento individualista y antiautoritario: Ensayo sobre la Desobediencia Civil (1849) y Walden, o la Vida en los Bosques (1854). Caminar (Walkig) fue, sin embargo, en vida de Thoreau, su obra más popular. Concebida como conferencia, y leída en numerosas ocasiones, sólo se llegó a publicar póstumamente. Es, sobre todo, una defensa de un “pensamiento salvaje”, que arroje sobre nuestra conciencia una luz más parecida a la de un relámpago que a la de una vela. Su ironía y el rumbo de vagabundeo que por momentos toman sus reflexiones, hacen de la lectura de este libro algo tan tonificante como un paseo de buena mañana. Y no hace falta que Thoreau nos recuerde que “el aburrimiento no es sino otro nombre de la domesticación.”


Patricia L.D.

5 comentarios:

  1. Más, Patricia, más cosas sobre pasear. Sobre cómo llevar nuestros pensamientos más allá de nuestro cerebro.

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  2. Ahora estoy hecho un lío: no sé si caminar, o si leer "Caminar"... Y el anochecer se me está echando encima !!

    Saludos,

    Miguel.

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    1. Yo iría a caminar con "Caminar" en el bolsillo para sentirme un poquito "Caminante": "no somos Caballeros,ni jinetes de cualquier tipo, sino Caminantes,una categoría,espero,aún más antigua y honorable" p.9. Seguro que a los Caminantes el anochecer no les apremira tanto:-)
      Saludos,
      Patricia

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